¿Qué es la vitamina D?

La vitamina D realmente es una hormona que regula el metabolismo del calcio y el fósforo, contribuyendo a la mineralización ósea, resultando esencial en la formación y mantenimiento de huesos y dientes. Además, favorece el correcto funcionamiento del sistema inmunológico.

La vitamina D se obtiene en un 90% por la incidencia de los rayos solares sobre nuestra piel (síntesis cutánea) y el otro 10% procede de la alimentación.

Los cambios de hábitos afectan a nuestros niveles de Vitamina D

Ya sabemos que la naturaleza es sabia y que nuestro cuerpo esta perfectamente preparado y diseñado para sobrevivir. Sin embargo, la naturaleza no contaba con nuestros cambios en hábitos de vida y sociales. No contaba con que viviríamos en casas, nos desplazaríamos en vehículos con techos y pasaríamos horas de trabajo en edificios sin recibir la luz del sol. No contaba con que usaríamos protección solar para evitar problemas en la piel y que no nos permitiera absorber vitamina D de nuestro principal proveedor, el sol. No contaba con que cada vez pasáramos menos horas al aire libre.

Todos estos hábitos han hecho que nuestra exposición al sol sea menor y no podamos sintetizar suficientemente los rayos ultravioletas para obtener las cantidades necesarias de vitamina D.

Vitamina D

Beneficios de la vitamina D en madres y bebés

  • Disminuye el riesgo de complicaciones durante el embarazo
  • Favorece el desarrollo intrauterino del feto
  • Disminuye el riesgo de recién nacido con poco peso
  • Mayor peso y crecimiento de los niños
  • Previene defectos en el esmalte dental de los niños
  • Favorece adecuada absorción intestinal del calcio que se consume

Vitamina D y lactancia materna

La lactancia materna es, sin lugar a dudas, la mejor fuente de alimentación para el bebé proporcionándole los nutrientes necesarios y protección inmunológica. De hecho, La OMS (Organización Mundial de la Salud) y la AEPED (Asociación Española de Pediatría)  son partidarios de la leche materna como la mejor opción para la alimentación infantil hasta los 6 meses.

La leche materna tiene la concentración de vitaminas y minerales suficiente para el bebé. Sin embargo, su concentración de vitamina D puede presentar importantes diferencias provocados por factores cómo la alimentación, la exposición solar y el tipo de piel.

Aunque es un tema que genera cierta controversia entre profesionales, la recomendación oficial por la AEPED (Asociación Española de Pediatría) es la siguiente:

  • Para los bebés amamantados menores de un año se recomienda un suplemento de 400 UI/día de vitamina D. Estos suplementos se deben iniciar en los primeros días de vida y se mantendrán hasta que, después del destete, el niño tome 1 litro diario de fórmula adaptada enriquecida en vitamina D.
  • Los bebés lactantes menores de un año alimentados con fórmula adaptada que ingieren menos de 1 litro diario también han de recibir un suplemento de 400 UI/día.
  • Los bebés prematuros menores de un año de edad, deben tomar 200 UI/kg/día hasta un máximo de 400 UI/día.
  • Los bebés mayores de un año que no tengan riesgo de déficit de vitamina D y que no obtengan 400 UI/día de vitamina D con la alimentación deben recibir igualmente un suplemento de 400 UI/día.

Déficit de Vitamina D

Los principales problemas asociados al déficit severo de vitamina D durante las primeras etapas de desarrollo del bebé son el raquitismo y osteomalacia.

Este trastorno provoca debilitación y ablandamiento de los huesos debido a niveles bajos de calcio y fósforo en la sangre. Si los niveles sanguíneos de estos minerales se tornan demasiado bajos, el cuerpo puede producir hormonas que estimulen la liberación de calcio y fósforo de los huesos, lo cual lleva a que se presenten más débiles y blandos.

La vitamina D ayuda a regular estos niveles, reduciendo las posibilidades de padecer la enfermedad.

Recomendaciones

Para intentar conseguir y/o mantener niveles óptimos de vitamina D, recomendamos los siguientes consejos:

  • Incluir a la dieta alimentos ricos en vitamina D como son pescados grasos (atún, salmón, sardinas, caballa, etc.), huevos, setas, embutidos (destacando el salami), carne de hígado y productos fortificados con vitaminas como los cereales, lácteos y de soja.
  • Incluir a la dieta alimentos ricos en calcio como son lácteos (yogur, leche, queso); las verduras como espinacas, col rizada, cebolla y berros; legumbres como las judías blancas, las lentejas y la soja; los frutos secos; pescados; mariscos y moluscos.
  • Pasear o exponerse una media de 20 min al día a la luz, sin que sea necesaria la exposición directa al sol.

Tomar suplementos de vitamina D en las cantidades recomendadas por el médico o pediatra en función de los factores personales y sociales de cada paciente.