En numerosas ocasiones, los dolores de garganta pueden desembocar en infecciones. Si a nosotros nos resulta incómodo y, a veces, pesado de tratar, imaginad cómo se pueden sentir los niños. La faringitis es la consecuencia directa de este malestar, y debemos paliar sus efectos directos en la medida de lo posible.
Aunque, antes, debemos indagar un poco en esta enfermedad. ¿En qué consiste exactamente la faringitis? En este artículo os mostramos toda la información necesaria. ¡Atentos!
¿Qué es la faringitis?
Consiste en la inflamación de la faringe (en especial, de la mucosa que la recubre) y las amígdalas. El 70% de los casos de faringitis es de origen vírico, mientras que el 30% restante proviene de la llegada de bacterias a la zona afectada. La que ataca con más frecuencia es la conocida como Estreptococo pyogenes.
Al ser más comunes las faringitis víricas, se pueden contagiar a cualquier edad. Mientras tanto, las bacterianas penetran en la faringe durante la infancia y adolescencia del niño, de los 3 a los 16 años aproximadamente.
¿Cuáles son sus síntomas?
Depende de la edad del niño, los efectos que trae consigo la faringitis son diferentes. Es muy raro que esto ocurra en bebés, pero, si se da el caso, solo experimentarán una leve sensación de fiebre y secreción de mocos espesa. Cuando son un poco mayores, entre el primer y el tercer año, sentirán fiebre y mocos, además de una pérdida notable del apetito. Es posible que también tengan los ganglios inflamados.
La situación se puede complicar un poco más en niños de tres años en adelante. Pueden padecer de fiebre alta, alrededor de los 39ºC, infección de pus en las amígdalas y los ganglios inflamados.
En caso de que el dolor y la fiebre persista durante varios días, habrá que ir al médico para ponerle solución. También debemos asistir si los medicamentos no surten efecto, cuando el niño tenga episodios de dolor al abrir la boca o si presenta piel seca con erupciones.
El tratamiento para la faringitis
Primero, hemos de saber cómo se ha originado la faringitis, si bien por vía vírica o bacteriana. Si ha sido un virus lo que ha provocado la enfermedad, no podemos hacer nada para combatir con ella, puesto que nuestro organismo lo expulsa. En todo caso, para aliviar el dolor y la fiebre, podemos usar soluciones clásicas como el Ibuprofeno y el Paracetamol, siempre y cuando la dosis esté adaptada a su edad.
Sin embargo, cuando la faringitis la produce una bacteria, el pediatra nos indicará un antibiótico para tratarla. Este eliminará el riesgo de contagio y, además, hará que el niño se sienta como un roble en pocos días, listo para continuar con el día a día en el colegio.
En cualquiera de los dos casos, debemos adaptar la dieta, porque el niño sentirá dolor al tragar durante la enfermedad. Desde los caldos de pollo hasta el arroz, todos estos alimentos tienen un sabor y textura suaves para estos días de tratamiento.
Otros consejos
La faringitis, como cualquier enfermedad, requiere de un proceso que atención continua. No obstante, para hacer llevaderos estos días, os dejamos con otros consejos para evitar cualquier forma de contagio:
● Para mantener unas normas de higiene, debemos lavarnos las manos cada día, tanto nosotros como nuestros hijos. Evitemos que el pequeño coja cosas sucias del suelo.
● Como padres, nos encargaremos de darle su vasito para que beba de él, y no de otro. De lo contrario, puede que toda la familia acabe contagiada.
● Las habitaciones deben estar ventiladas y purificadas para asegurar la mejora del bebé y, así, evitar que nosotros nos pongamos enfermos. Y, por supuesto, no está permitido fumar en espacios cerrados. Esto puede empeorar su condición.
● Los alimentos ricos en vitamina C y D son muy buenos para el sistema inmunológico. Las naranjas, los tomates y, sobre todo, los yogures, no deben faltar en esta nueva dieta.