Pasos a seguir para volver a la rutina después del verano

Dentro de unos días daremos por finalizadas nuestras vacaciones. Un periodo de merecido descanso en el que hemos disfrutado de unas vistas a la playa privilegiadas, de los monumentos más bonitos de las capitales, o simplemente descansando de la rutina diaria. Volver se hace duro teniéndolo tan reciente, pero imaginad cuán difícil será para los más pequeños de la casa. Somos personas, y por condición, erramos a la hora de intentar mantener una rutina.

Y, por desgracia, afecta en un periodo de reincorporación. Tenemos que actuar frente a las adversidades de la vuelta; por eso os traemos unos pasos a seguir para volver a la rutina después de los meses estivales. Esto es mano de santo; ¡os lo podemos asegurar!

 

Primero, establecer un periodo de adaptación

Está claro que no podemos recuperar nuestros horarios de la noche a la mañana. Y menos los niños. Han podido disfrutar de un periodo más flexible, dedicado a realizar actividades de ocio y diversión. Y durante el paso de los días, ha afectado en sus hábitos, a pesar de que, a partir de los dos años, los ritos estén bien asentados.

Por eso, debemos dar pequeños pasos hasta que se reincorporen. Recuperar los ritmos será el requisito indispensable para que los niños rindan correctamente en el día a día, preferiblemente dos semanas antes de la llegada del horario lectivo. Para entonces, habremos vuelto a los horarios de antes, si es que no se han creado otros nuevos y mejorados.

 

Una incorporación progresiva

Los cambios han de ser introducidos poco a poco. Aunque parezca tarea difícil, los niños todavía recuerdan sus antiguos horarios, así que se familiarizarán tarde o temprano. Puede durar días, incluso una semana.

Esta vuelta a la rutina, por otro lado, debemos llevarla a cabo de forma progresiva. Si antes los niños se levantaban a las diez de la mañana, y nuestro objetivo es que se levanten a las siete, debemos ir día por día, levantándole cada vez más pronto, no de golpe. Un día a las nueve, otro a las ocho, y así hasta llegar a la hora deseada.

Ocurre lo mismo una vez le enfrentamos con los deberes. No podemos ponerle el cuaderno delante y hagan páginas y páginas de ejercicios. Una actividad que causa tanta desgana en los más pequeños debemos tomarla con mucho cuidado.

 

Reajustando los horarios

Queda claro que, sobre todo, lo más importante es volver a nuestras franjas horarias habituales, o bien crear unas mejores con las que los niños se adapten mejor. Tengamos en consideración estas pautas:

● La hora de dormir. Es el primer horario que, en teoría, debemos cambiar. Para madrugar a la mañana siguiente, es conveniente establecer una hora temprana para ir a descansar. De esta manera podrán dormir el tiempo correspondiente a su edad, y, más importante todavía, procurando mantener la misma hora cada día.

● La hora de despertarse. ¿A quién vamos a engañar? Hasta a nosotros nos cuesta madrugar. Es proporcional a la hora en la que los acostamos. Con haber descansado entre 10 y 12 horas es perfecto. Un truco para ir espabilándoles es adelantándoles el despertador unos minutos, de esta manera será más fácil reajustar sus tiempos.

● La hora de la comida. Esto influye tanto en la comida como en el lugar donde almorzamos. Es uno de los cambios más fáciles de cumplir, así que este nuevo horario de comidas lo aplicaremos directamente, sin transiciones.

 

Otros consejos

De acuerdo a las pautas que os hemos ofrecido, también debemos tener unos pequeños consejos que, aunque estén implícitos en el proceso, hay que recordar concienzudamente.

● Primero, actitud positiva. Hay que contagiársela al pequeño, porque así podrá afrontar con mucha más facilidad el final de sus vacaciones de verano.

● Cuando finalice la mañana lectiva y la comida, podemos introducir al niño en actividades extracurriculares (deportes, música, baile, etc.), o bien dentro de casa, haciendo meriendas lucrativas o talleres de manualidades.

● ¡Atención! Es muy importante rescatar los hábitos de antes de comer, como lavarse las manos, sentarse debidamente o no abandonar la mesa cuando hay gente comiendo. Esto hará que, tanto dentro como fuera de casa, mantengan un saber estar.

● Y, a la hora de dormir, también es importante crear un ritual: el pijama, cepillarse los dientes, leer un cuento y a descansar. Aunque esta pequeña tradición familiar puede adaptarse al gusto tanto de los padres como de los niños. ¡Intentadlo! ¡Veréis qué fácil será que duerman bien!