Cómo canalizar la agresividad de los niños

Es difícil controlar a un niño. Son, al mismo tiempo que alegres e imparables, personitas que todavía no saben canalizar sus emociones de la misma forma que los mayores. 

A veces se nos hace cuesta arriba controlar sus berrinches, pero, en estos casos, es importante mantener la calma y servir de ejemplo. En este artículo, os mostramos una serie de pautas para canalizar la agresividad de los niños. Sobre todo, cuando la situación se complica. ¡Prestad mucha atención!

 

Pero primero… ¿de dónde surge la ira?

Está claro que los berrinches de los más pequeños nacen a partir de un sentimiento implícito, que se cultiva a partir de un estímulo externo: la ira. La ira envuelve un conjunto de sensaciones de indignación y enfado que se mantienen presentes en periodos cortos de tiempo. En la mayoría de los casos, recurren a la violencia para desahogar ese malestar.

No obstante, existe un componente positivo con el paso de los años. Esa sensación de indignación nos ayudará, cuando seamos mayores, a conseguir nuestros objetivos a partir de esfuerzo y perseverancia. No obstante, desde pequeños, tanto padres como docentes debemos eliminar el componente violento que envuelven estas rabietas.

 

Paciencia y comprensión

Es muy fácil diagnosticar un caso de rabieta. Sin embargo, a veces resulta insostenible controlarlo. El primer paso cuando vemos a nuestro hijo así, es tranquilizarle. La negación categórica debe mantenerse al margen: en vez de decir “no grites”, acercaos a él y procurad exteriorizar con él sus emociones.

Esta contemplación nos ayudará a distinguir los motivos por los que se encuentra así. Puede ser cansancio, tristeza o impotencia. Incluso podemos averiguar si están enfermos observando su actitud. Al no reaccionar de la misma forma siempre, aprenderemos a identificar el origen de los problemas con más facilidad.

 

Reflexionar, no sermonear

El diálogo puede servir para que se desahogue. Para ello, tenemos que escucharles de forma atenta y, a raíz de sus razones, le daremos una solución que responda a su indignación. En caso de ponerse cabezotas, no debemos aferrarnos al orgullo. Al mismo nivel que él, hay que tranquilizarle y seguir ofreciéndole argumentos para que reflexione.

Habrá momentos en los que él no lleve la razón. Pero, al fin y al cabo, es su perspectiva frente a la vuestra, y se ensimismará en llevar la razón siempre. Dialogad con él y enseñadle diferentes formas de reaccionar ante tales estímulos negativos.

 

La violencia no soluciona nada    

En este proceso, la comunicación es el factor clave para que los más pequeños puedan expresar sus emociones y no guardarlas dentro. Si actuamos en base a la violencia, evitaremos que se sincere, acumulará toda la rabia contenida y las posibilidades de actuar con agresividad serán mayores.

Los padres tienen que ser modelos de conducta, porque los niños tienden a imitar sus actos. Así que procuremos mantener un ambiente familiar tranquilo delante del pequeño. Y, sobre todo, procesar las emociones y verbalizarlas. Evitemos los gritos y las acusaciones delante de él.

 

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Estas son las claves principales para que los pequeños de la casa canalicen su rabia interna y que, además, actúen de forma correcta en diferentes situaciones de la vida. ¿Necesitáis más pautas? Estas sugerencias os ayudarán a avanzar en la enseñanza de estos valores.

● Los castigos no ayudarán a resolver estas rabietas. Lo ideal será escucharles y fomentar el diálogo con ellos.

● Cuando hablamos de verbalizar las emociones, nos referimos a transformar las agresiones en manifestaciones. Si nos pega, nosotros tenemos que decirle que no nos gusta que nos haga eso.

● Debemos evitar conductas que empeoren la situación. No sirve de nada si les decimos que “están insoportables cuando se enfadan”, porque incrementará más su enojo.

● Si no tienen razón, debemos comunicárselo con un semblante serio e inflexible. Esto no significa que dejemos de darle todo nuestro apoyo y amor. Estos pilares funcionarán para que aprenda con el paso de los años.